lunes, 22 de diciembre de 2008

Diario La República - Online - El daño de la barbarie



El daño de la barbarie





1. La foto muestra lo que es hoy Longueras: basura y casas prefabricadas. 2. Esta imagen muestra lo que hubo hasta hace poco: construcciones piramidales en buen estado de conservación y paredes que señalaban la importancia del lugar. 20 siglos de historia arrasados por la ignorancia. (Proyección computarizada de Perú Explorer).3. Daniel Chumpitaz, apoyado por colegas del INC, intentó parar la destrucción, y no lo logró. Al lado, restos de ceramios y sogas hechas con cabello humano hallados en La Longuera. (foto Perú Explorer). Haga click en la imagen para ver ubicación de Longueras.


Las Pirámides de Longueras –impresionantes restos preíncas cerca de Lima– estuvieron en pie por veinte siglos, hasta que, hace tres años, una empresa extractora de arena las borró del mapa ante la indiferencia de las autoridades. Esta es la crónica de un acto de barbarie.
Por Nilton Torres V.Fotos: Claudia Alva.
En 1986, el arqueólogo Daniel Chumpitaz Llerena era jefe de campo del Proyecto Cajamarquilla, en Huachipa. Él tenía la costumbre de realizar caminatas de exploración por los alrededores y es así como llegó a la zona conocida como La Longuera, una quebrada ciega de más o menos un kilómetro de extensión, cerca del complejo Puruchuco. Chumpitaz tenía información de que ese lugar figuraba en los registros del Instituto Nacional de Cultura como zona arqueológica monumental, pero no sabía exactamente qué había allí. Hasta que lo vio con sus propios ojos.
Daniel recuerda que logró contar hasta cuatro pequeñas construcciones piramidales, pero además descubrió restos de otros edificios a lo largo de la quebrada. Lo que más lo sorprendió fue la ubicación de esta ciudadela: estaba oculta entre los cerros –lo que le daba un aire de confinamiento– y, sobre estos, se habían construido grandes tapiales, como para ocultarla aún más.
Lo primero que pensó el científico fue que el lugar pudo haber sido una zona militar, pero nadie se oculta en zona baja porque sería vulnerable. "Luego pensé que se trataba de un sitio residencial. Una residencial preínca, si se quiere. Y que probablemente haya sido algún tipo de sede administrativa vinculada a Puruchuco. Y quizá hasta más importante", señala.
La hipótesis que se planteó fue que eran vestigios que se remontaban al año 100 DC, cuando en la zona dominaba la Cultura Lima, y que quizá duraron hasta el dominio del Señor de Lati, poderoso cacique que reinó hasta la llegada de los Incas. Estos habrían conocido el lugar, pues también detectó paredes al estilo del imperio. "Es probable que, con la llegada de los Incas, Puruchuco se convirtiera en sede del poder, y sitios como Longueras fueran abandonados", agrega.
Pero todo esto solo son hipótesis que ahora jamás podrán ser comprobadas pues, por increíble que parezca, estas construcciones, que estuvieron en pie durante 20 siglos, solamente deterioradas por el paso del tiempo, fueron destruidas hasta sus cimientos en solo un año, por la ignorancia de una empresa extractora de arena y la angurria de los traficantes de tierras. Ellos juntos borraron todo vestigio de las llamadas Pirámides de Longueras.
Arrasar con el pasado
Daniel Chumpitaz no soñó con las Pirámides de Longueras. Estas existieron y prueba de ello está en un catastro que hizo el INC en 1974, donde las consignó con el nombre de Quebrada Catalina Huanca. En 1988, aparecen en el inventario del Patrimonio Monumental Inmueble "Valles del río Chillón, Rímac y Lurín". En 1993, se les menciona cuando el municipio de Ate solicita construir un cementerio en la quebrada y el pedido es denegado por ser zona arqueológica. Y ya como La Longuera o Longueras, figura en el inventario arqueológico de Ate, publicado en el 2000.
Todo comenzó, cuenta el arqueólogo, cuando la fábrica de ladrillos Proceram pidió en concesión, para extraer arena, la parte de la entrada de la quebrada y se posicionó en el lugar, cerrando todo paso hacia la zona arqueológica.
En enero del 2005, el científico regresó allí alertado por gente que hablaba ya de la destrucción de las construcciones preíncas e interesado en que se inicien trabajos formales de estudio. Burlando la vigilancia, constató la destrucción a la que estaban siendo sometidas y en marzo presentó una denuncia ante la fiscalía especializada en la preservación del patrimonio de la nación. Además, se puso al INC al tanto del tema, enviándole un oficio firmado por el entonces decano del Colegio de Arqueólogos del Perú, Francisco Iriarte Brenner.
Esto dio pie para que, el 27 de abril, un grupo de peritos, encabezados por María Elena Córdova, funcionaria del INC, y el fiscal Edgardo Santillán del Águila, ingresara a los terrenos de la cantera y lo que encontró quedara registrado en el acta que se levantó. Lo que dice esta es indignante.
La zona arqueológica ha sido impactada parcialmente por la cantera. En su superficie se observa fragmentaria de cerámicas de carácter arqueológico. Se observa restos de muros arqueológicos que se encuentran expuestos por el deslizamiento producido por la cantera. También observamos material óseo humano y basura arqueológica. Una trocha carrozable ha cortado un muro arqueológico…. Colindante a la cantera se aprecian estructuras arqueológicas de planta circular y rectangular que no han sido dañadas. En el límite sur de la cantera se encuentra un montículo arqueológico en buen estado de conservación pero que podría ser dañado por futuros deslizamientos a consecuencia de las excavaciones de la cantera.
Y es que no solo se estaba destruyendo los restos arqueológicos con los trabajos de la arenera, sino también vendiendo terrenos al interior de la quebrada.
La recomendación, después de esta visita, fue paralizar las obras de extracción de la arena y todo tipo de habilitación urbana. Además, el INC solicitó comunicar a la municipalidad de Ate sobre la depredación de la zona, y al Ministerio de Energía y Minas sobre cómo la ladrillera había afectado la zona, y recomendó sancionar a la empresa Proceram con 50 Unidades Impositivas Tributarias (UIT). Nada de esto se cumplió y, según Daniel Chumpitaz, la sanción es irrisoria pues la ley les permitía multarlos hasta con 1000 UIT.
En lo que siguió del año, el arqueólogo continuó con su quijotesca lucha y elevó su denuncia al Congreso de la República, a la quinta fiscalía de prevención del delito de Lima y patrimonio cultural, y también a la 45 fiscalía penal de Lima.
Finalmente, el 21 de noviembre del año pasado, Chumpitaz acompañó a Teresa Verástegui, directora del Museo de Puruchuco, y a otras autoridades que hicieron una nueva visita a La Longuera, encontrando la zona casi devastada en su totalidad, además de restos de cenizas quemadas con textiles de algodón prehispánicos y restos óseos humanos. Es decir, habían quemado fardos funerarios (momias) para ocultar la destrucción de los restos arqueológicos.
El último de los mohicanos
Desde la cima de uno de los cerros que encierra la quebrada de La Longuera, al que hemos subido clandestinamente, tratando de evitar contacto con los matones que la empresa ladrillera contrata para evitar que los arqueólogos anden husmeando, el espectáculo que se presenta es sobrecogedor. Ya no hay nada que indique que allí hubo alguna vez una zona arqueológica . Solo se ve a los camiones cargando arena, otros descargando desmonte para rellenar los agujeros que dejan las excavaciones, y también el despliegue de casas prefabricadas y las líneas blancas que señalan inequívocamente la lotización de los terrenos.
El rostro de Daniel cambia al ver la quebrada. Dice que ahora solo en las laderas queda basura arqueológica, algunos muros, pero los edificios y la urbanización han sido arrasadas completamente.
"Cuando vine la primera vez, desde donde estamos podíamos ver todas las estructuras, los muros, las pirámides. Como puedes ver en Cajamarquilla o en la Huaca Pucllana. Ahora ya no hay nada. La zona arqueológica ya no existe y entonces ahora la arenera puede decir que ellos no han hecho nada y encima están trabajando con una inmobiliaria que está vendiendo lotes de terreno".
Daniel Chumpitaz mira nuevamente hacia la quebrada y cita una frase de un libro que conoce bien: "Vi nacer y morir al último de los mohicanos". Así se siente el investigador.
"He sido testigo de cómo han ido destruyendo todo. Fui testigo de un esplendor oculto. Y lo que más me pesa es que no tuve tiempo de hacer fotografías cuando vine por primera vez. Es que uno piensa que eso que ha resistido tantos siglos no va a desaparecer jamás. Me equivoqué", dice el arqueólogo como haciendo un mea culpa injustificado.
La última acción tomada por Daniel Chumpitaz ha sido denunciar al INC y a su director, el doctor Luis Lumbreras, por delito de omisión de funciones al no haberse ocupado del tema en su momento. Pero esto no palia el dolor que siente al saber que las nuevas generaciones nunca podrán ver las Pirámides de Longuera. Aunque por su propia boca asegura que no parará hasta que alguien asuma su responsabilidad.
Buscando responsables
Alejandra Figueroa Flores, directora del área de Arqueología del INC, manifiesta que ellos han participado de manera activa, desde el 2002, en la recuperación de Longueras. Asevera que realizaron varias inspecciones, acompañados por fiscales, en las que se toparon con resistencia por parte del personal de la ladrillera Proceram, por lo que no lograron detener la destrucción del sitio arqueológico. "El 24 de junio del 2005 se declaró a Longueras como patrimonio de la Nación y el caso pasó al Poder Judical. Lamentablemente la destrucción fue más rápida que nuestras acciones", reconoce la licenciada Figueroa, y añade con pesar que una situación como esta podría repetirse debido a la falta de presupuesto del INC para proteger (léase levantar un cerco y poner guardianía) los más de 40 mil sitios arqueológicos que existen en el país. En cuanto a los representantes de Industrias Proceram S.A., compañía que ha sido señalada directamente como la causante de la destrucción de La Longuera, intentamos comunicarnos con su gerente general, Jorge Delgado de la Puente, pero por más que insistimos, nunca pudo atendernos por encontrarse ocupado en diversas reuniones de trabajo, según nos informaron las secretarias de la empresa.

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